Coincidiendo con el estreno de su versión cinematográfica, DeBolsillo ha publicado Noé, la adaptación al cómic que Darren Aronofsky y Ari Handel han hecho de la conocida historia bíblica del diluvio universal. Una visión muy particular y, hasta cierto punto, provocativa que cuenta con el arte de Niko Henrichon (Leones de Bagdad).
La historia de Noé es una de las más conocidas del libro del Génesis del Antiguo Testamento de la Biblia y en ella se narra como Dios, viendo la maldad de los hombres, decide enviar un diluvio para acabar con toda la vida sobre la faz de la Tierra menos a Noé, al que encomienda la tarea de construir un gran arca en el que acogerá a una pareja de cada una de las especies de animales que habitan la tierra y los cielos y que repoblarán el mundo tras el diluvio. Aronofsky y Handel han tomado como punto de partida para su historia, el original bíblico y han hecho unas cuantas variaciones, además de un buen número de aportaciones personales, para llevarla a su terreno y construir una fantasía de corte épico a la par que intimista donde tratar algunos de los temas habituales en el cine del director. El Noé que presentan en esta historia es un personaje emparentado con otros protagonistas de la filmografía de Aronofsky, obsesionado por su devoción al señor y atormentado por la misión que debe cumplir. Es un personaje complejo, de múltiples facetas, que debe cargar sobre sus hombros con el destino de la creación aunque eso suponga sacrificar el futuro de sus seres queridos y acabe desembocando en un conflicto entre su fe a Dios y el amor por su familia, entre lo humano y lo divino.
La obra, eminentemente fantástica, sorprende por su planteamiento por momentos más cercano al Señor de los Anillos o a Conan que no a la Biblia. El mundo en el que vive Noé está habitado por civilizaciones decadentes, guerreros despiadados, bestias prehistóricas y seres fantásticos que proporcionan un entorno en que desarrollar la historia de forma amena y espectacular, dándole, si cabe, una mayor dimensión épica a las vicisitudes tanto físicas como emocionales de los protagonistas. En este sentido ayuda mucho la labor de Niko Henrichon, que con sus dibujos contribuye a crear esta atmósfera fantástica que impregna todo el relato. Es precisamente en los pasajes donde más importancia tiene el componente fantástico en los que el arte de Henrichon destaca más, con hermosas y espectaculares páginas en las que plasma los milagros de los que son testigos los protagonistas. También resultan muy efectivas las escenas de acción, muy bien resueltas gracias a la narrativa clara del dibujante.
Por Alejandro Ugartondo