Es inevitable: los años redondos, terminados en cero, se nos presentan como el fin de una etapa y el comienzo de otra.
De por sí vivir en el siglo XXI arrastra una carga de proyecciones futuristas y ánimos vacilantes: decenas de cuentos, novelas y películas procuraron anticipar, con postulados de ciencia ficción, cómo sería esta etapa que —para esas obras— era aún lejana, pero que, para nosotros, ya es presente.
Por si esto fuera poco, vivimos en una época en que las mejoras tecnológicas se suceden a sí mismas de manera vertiginosa y cada vez más veloz.
Cuando todas estas circunstancias se juntan y tenemos, para resumir, que en el año 2010 una editorial digital —que edita y vende e-books y PODs por Internet—, cumple 10 años on line, toda esa sensación de haber dejado atrás un capítulo de la historia, de estar en el umbral del futuro y de experimentar tiempos inciertos se potencia por tres.
Y por esto es que, en esta fecha especial, la de nuestro décimo aniversario, decidimos publicar una antología de cuentos fantásticos. El fantástico, género reactivo a su contexto por excelencia, es el reverso del discurso establecido —cuestiona la ciencia, los valores fijados, la tradición— y refleja las metamorfosis culturales de la razón y del imaginario colectivo.
Al leer textos fantásticos, lo que sentimos es inquietud: el fantástico nos intranquiliza al dar cuenta de cómo el mundo ha perdido la regularización y legalidad que le conocíamos. Si, por ejemplo, el discurso científico oficial muestra celebratoriamente determinados avances, la narrativa fantástica señalará de modo más o menos directo las falencias y amenazas que estos progresos traen aparejados.
Teniendo esto en cuenta, nosotros quisimos ver cómo las generaciones pasadas (en particular, autores de distintos países de habla hispana) lidiaron con los cambios que percibían en su entorno inmediato. Salvo en el caso de don Juan Manuel, que se enfrentaba, en la Edad Media toledana, al surgimiento de la burguesía y a la pérdida del statu quo, los autores elegidos han escrito en la segunda mitad del siglo XIX, época de definición de las identidades nacionales, o a principios del XX, cuando se volvía necesario comprender el acelerado proceso de modernización que finalmente llegaba a América.
Los cuentos elegidos para esta antología son siete. Por orden de nacimiento de sus autores, aparece primero el “Cuento XI. De lo que aconteció a un deán de Santiago con don Illán, gran maestro que moraba en Toledo”, de El conde Lucanor, ejemplario o colección de relatos edificantes (breves cuentos enmarcados en una conversación, que por supuesto llevan moraleja) de Don Juan Manuel (1282-1348).
Luego sigue “Dónde y cómo el diablo perdió el poncho. Cuento disparatado”, del escritor peruano Ricardo Palma (1833-1919), pieza de prosa graciosa, llena de metáforas chispeantes, comparaciones cómicas, anacronismos simpáticos y apodos ocurrentes. Este cuento en particular es una de sus tradiciones, definidas por el escritor argentino César Aira como “género que él inventó y llevó a su perfección” y “breves relatos basados en anécdotas de la historia menor (del virreinato en general, aunque admiten leyendas anteriores) desarrollados con su peculiar humor, criollo e hispánico”.
Seguimos con “El número 111. Aventuras de una noche de ópera”, el primer relato de Eduardo Blanco (1839-1912), novelista e historiador romántico de Venezuela, que, en este cuento y como ocurre en el caso del anterior, toma el clásico motivo del diablo.
“Encuentro pavoroso” es uno de los típicos cuentos de “espanto” de Manuel José Othón (México, 1858-1906), definidos por José Emilio Pacheco como “esfuerzos por adaptar el estilo cervantino al ambiente rural mexicano y galvanizarlo con un hálito de Edgar Allan Poe”. Estas influencias —la del contexto cultural local, la de la más alta tradición española y la del tratamiento del horror en Poe— se verifican en el presente relato.
“El caso de la señorita Amelia”, del nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) —más célebre por sus poemas que por su prosa, pero virtuoso también en esta faceta literaria—, se apoya en la alteración temporal y el recurso del relato en primera persona.
Con “Yzur”, Leopoldo Lugones (Argentina, 1874-1938) se aproxima a otro cuento, escrito en otra parte del mundo y en otro idioma, el “Informe para una Academia”, del checo Franz Kafka. Los dos textos dan cuenta de cómo ingresan al mundo de la ficción las nociones de selección natural y teoría de la evolución de las especies. Solo que, a diferencia de la propuesta científica, que se ilusiona con una humanidad que puede ser siempre más perfecta, la literatura juega con la idea de la regresión a un estado primitivo —la involución— y con la de que los vínculos con lo animal siguen más vigentes de lo que se creía. Más que seguir la línea del origen animal de la especie humana, estos cuentos refuerzan la humanidad del animal y la bestialización del hombre.
Finalmente, “El almohadón de plumas”, de Horacio Quiroga (Uruguay, 1878-1937), constituye un exquisito giro del género fantástico (incluso se insinúa en algún momento como historia de vampiros —y no precisamente por el parásito—) a la tranquilizadora explicación pseudocientífica.
Del tema del pacto con el diablo, a los trastornos de la ciencia; desde el romanticismo, hasta el modernismo e incluso el expresionismo, esta Antología LibrosEnRed 10 años. Cuentos fantásticos clásicos en idioma español procura seguir la exploración que determinados autores, en determinados contextos históricos de cambio y revoluciones culturales, emprendieron para intentar explicarse una realidad confusa e inestable. Pero no con respuestas prefabricadas ni con dogmas heredados de la tradición, sino con preguntas novedosas y con postulaciones sugestivas.
Se ve bueno, Gracias