La violencia sexual y las violaciones masivas se aplican como tácticas de guerra. Las consecuencias: dejan traumatizadas no sólo a las víctimas sino a generaciones enteras de mujeres, hombres y niños. En la mayoría de los casos, los crímenes quedan impunes.
La violencia sexual y las violaciones masivas se aplican como tácticas de guerra. Las consecuencias: dejan traumatizadas no sólo a las víctimas sino a generaciones enteras de mujeres, hombres y niños. En la mayoría de los casos, los crímenes quedan impunes.
Hace ya más de setenta años, durante la Segunda Guerra Mundial, en Alemania, Japón e Italia se cometieron violaciones masivas, tortura sexual y esclavización. También durante la guerra y los conflictos armados en la antigua Yugoslavia, la República Democrática del Congo y Ruanda se utlizó la violencia sexual como arma de guerra. En los últimos 30 años, en cada nuevo conflicto armado se siguen cometiendo este tipo de crímenes como medio de presión. Prácticamente todos los bandos los perpetran, ya sea el ejército o los grupos armados. Muy a menudo el tema está tabuizado, las víctimas callan por vergüenza y miedo al estigma social.
El 19 de junio ha sido declarado por la ONU como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Sexual en Conflictos. Desde 2008, la Organización de Naciones Unidas ha adoptado varias resoluciones que condenan este tipo de violencia. Más de una década después, este documental plantea la cuestión de por qué la justicia internacional ha fracasado en su lucha contra la impunidad. El tema acaparó la atención pública sobre todo gracias a los dos ganadores del Premio Nobel de la Paz de 2018: Denis Mukwege, el médico que trata a mujeres víctimas de violencia sexual en la guerra que se libra en el Congo, y la activista yazidí Nadia Murad, que fue sometida a esclavitud sexual por Estado Islámico.