El monarca del Reino de Hadas tomó asiento en su trono en el centro del gran árbol. Después de pensárselo mucho, propuso un desafío a sus súbditos y a todos los que estuviesen dispuestos a aventurarse en la búsqueda de la reina. A aquel que se la trajese de vuelta le concedería el deseo que quisiese, además de convertirse en el héroe del Reino de Hadas.
Las noticias no tardaron en alcanzar también los reinos vecinos. Caballeros de muchas tierras atendieron la llamada. Incluso acabaron llegando a los antiguos y polvorientos recodos de una posada en el reino de Rosette. El bardo Finn, joven y testarudo, no dudó en prepararse para el viaje al Reino de Hadas. Se vistió, se equipó con su laúd y su cancionero y partió decidido, si conseguía ese deseo podría ayudar a los músicos de todas las tierras.